Una tarde de primavera, una voz sabia lo cambió todo. —Hay que creer en algo. Una frase que se quedó suspendida en el aire. Una sentencia que provocó una reflexión interna. Un eco que resonó. Muy adentro. Y alimentó una voz que parecía haber estado dormida durante años. Un nuevo diálogo interno tomó forma. Algo despertó. —Y si hay que creer en algo ¿por qué no empezar por uno mismo?. Ese momento de revelación es de los que cambian tu vida. Porque recuperas la fe. La fe en ti. Quizás nunca te habías dicho que crees en ti. Quizás dabas por hecho que esa mentalidad venía de serie. Quizás nunca lo habías cuestionado. Pero ahora lo tenías claro. Ahora entendías esos miedos, esas dudas que te frenaban, ese paso que no dabas, esa frase que no decías. Todo eso que, por duda y miedo, dejabas de hacer. Te faltaba una pieza. Una pieza que no sabías reconocer hasta ese momento. Y en esa tarde de primavera, una voz sabia sentenció. Y allí nació el Mantra. El recordatorio que necesitabas para dar el salto hacia ti. Algo que te recuerda lo que en algún momento tuviste. Una voz que se había hecho demasiado pequeña para oírla. Como una buena canción a la que por fin le subes el volumen. Y ahora siempre va contigo.